De Desencanto
4.
El cuento de la cabra que reencarna
en el hombre que azotará a la cabra
no me deja tranquila,
el círculo que nadie corta,
pero si un día estallara este planeta,
el calor de su centro lo incendiara
o el agua lo anegara hasta pudrirlo
¿a dónde iría a parar
nuestra energía, toda esa muerte
con tanto porvenir?
6.
Mejor es ser conciente, observar
la cotidiana conclusión de las cosas
que se avienen con la luz
y terminan en la sombra. Cada día
se aprende de esto,
solamente hay progresión hacia la noche
cerramos los ojos y olvidamos la vida
y la materia,
no sólo eso que nos rodea
sino lo que somos, es decir
lo que no será.
De La mesura
III
Desde la costa veo el mar
más grande que imagines,
un círculo perfecto que no cierra.
Y veo salir el sol, lo veo caer
por su cara contraria,
la luz hace un camino y lo pequeño
se vuelve desmesura. En ella cabe todo
pero la luz da vida a sus detalles nimios
como un foquito en este cuarto
hace brillar el reloj sobre la mesa,
su pulsera de plata y el vidrio
refractado en la pared, inquietamente.
Tendrías que llevártelo, tendrías
que intervenir acá donde es posible,
donde el reloj y yo, los dos insomnes,
sentimos extravío
como en la inmensidad.
………………..
coda
El viento va hacia el agua y el día a la noche,
así todas las cosas que se miden, se siguen
mutuamente
sin encontrarse nunca.
De La mala vida
Una noche queríamos comprar
merca y entré a un conventillo
de tres o cuatro pisos,
las escaleras circulares daban
a los palieres anchos y en las puertas
de las habitaciones había mesas
donde atendían los punteros. ¿Qué pasa
si no vuelvo? pensé, nadie se entera.
Una mujer sacudía su vestido
apoyada en la baranda y un pendejo
paseaba en un triciclo. Trancé, después me fui
y como si fuera
a convertirme en la estatua de sal
del Evangelio o en la chica
de piedra del Abasto, no miré atrás
al descender. Pura superstición
o miedo de andar
mostrando el miedo. No sé, fijé la vista
y sin chistar
bajé. Me acompañaba un eco que era mezcla
de risas, voces, cacerolas, una vida
de esas donde nadie
está solo. Podía imaginarme un patiecito
con piso de baldosas, el interior roído
de un living comedor, la tele
prendida, una familia.
Yo a veces siento
envidia de esas cosas.
4.
El cuento de la cabra que reencarna
en el hombre que azotará a la cabra
no me deja tranquila,
el círculo que nadie corta,
pero si un día estallara este planeta,
el calor de su centro lo incendiara
o el agua lo anegara hasta pudrirlo
¿a dónde iría a parar
nuestra energía, toda esa muerte
con tanto porvenir?
6.
Mejor es ser conciente, observar
la cotidiana conclusión de las cosas
que se avienen con la luz
y terminan en la sombra. Cada día
se aprende de esto,
solamente hay progresión hacia la noche
cerramos los ojos y olvidamos la vida
y la materia,
no sólo eso que nos rodea
sino lo que somos, es decir
lo que no será.
De La mesura
III
Desde la costa veo el mar
más grande que imagines,
un círculo perfecto que no cierra.
Y veo salir el sol, lo veo caer
por su cara contraria,
la luz hace un camino y lo pequeño
se vuelve desmesura. En ella cabe todo
pero la luz da vida a sus detalles nimios
como un foquito en este cuarto
hace brillar el reloj sobre la mesa,
su pulsera de plata y el vidrio
refractado en la pared, inquietamente.
Tendrías que llevártelo, tendrías
que intervenir acá donde es posible,
donde el reloj y yo, los dos insomnes,
sentimos extravío
como en la inmensidad.
………………..
coda
El viento va hacia el agua y el día a la noche,
así todas las cosas que se miden, se siguen
mutuamente
sin encontrarse nunca.
De La mala vida
Una noche queríamos comprar
merca y entré a un conventillo
de tres o cuatro pisos,
las escaleras circulares daban
a los palieres anchos y en las puertas
de las habitaciones había mesas
donde atendían los punteros. ¿Qué pasa
si no vuelvo? pensé, nadie se entera.
Una mujer sacudía su vestido
apoyada en la baranda y un pendejo
paseaba en un triciclo. Trancé, después me fui
y como si fuera
a convertirme en la estatua de sal
del Evangelio o en la chica
de piedra del Abasto, no miré atrás
al descender. Pura superstición
o miedo de andar
mostrando el miedo. No sé, fijé la vista
y sin chistar
bajé. Me acompañaba un eco que era mezcla
de risas, voces, cacerolas, una vida
de esas donde nadie
está solo. Podía imaginarme un patiecito
con piso de baldosas, el interior roído
de un living comedor, la tele
prendida, una familia.
Yo a veces siento
envidia de esas cosas.
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