AMIGAS ROBADAS Y LA DISEÑADORA DE VESTUARIO

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Este es un blog que se inicio con dos amigas robadas; Rosana Espino y Eugenia Prado. Y que siguió con una ganada: Florencia Smiths

Sunday, June 07, 2009

El Margen del cuerpo, Florencia Smiths



Presentar este poema, breve y compacto requiere ponernos en contacto con dos significantes de larga trayectoria: margen, por un lado; cuerpo, por otra. ¿Qué hacen reunirse las palabras, los juegos de la escritura, quiénes son los que enuncian en este texto?. Finalmente, ¿cómo se produce esta conjunción, este misterioso hilo en El margen del cuerpo?

El margen recorta la historia de la cultura misma latinoamericana. Es el lugar del subalterno, del indio, de la provincia, la sede mismo de lo postergado, lo fuera del canon y por ello, excéntrico. Desde la modernidad hasta la llegada de las vanguardias, la literatura latinoamericana, ha estado siempre habitada, de manera nuclear en Chile y de manera sustancial en toda América Latina, por la otredad. Era urgente extremar los recursos para representar el otro, para hacerlo vivir no fuera del texto, sino como lenguaje, como efecto de sentido, como verdad representacional.

Con la llegada de la posmodernidad, este dilema cambia de eje: el otro debe contar su propia historia, el margen ya no es representable, no es el eco ni el semantema que cruza la narrativa ni el poema; el otro no requiere de portadores, él mismo se hace cargo de su historia. El posmodernismo, de manera crucial pone en duda la verdad de la representación, en tanto cuestiona la capacidad misma de representar. Es el fin del macrorrelato y el inicio de dos tipos de textos en América Latina: el testimonio, el relato de quien ha visto y vivido una suma de hechos a los que concatena desde diversos sentidos, el testigo y escriba de esos hechos; y la alegoría, la relación de una historia ficticia que metaforiza otras historias de sentido análogo al que se cree percibir en la historia contada.

Por otra parte, el cuerpo emerge con fuerza, tanto en la literatura como en la plástica. El cuerpo surge desde la llegada de Freud, como sede de la psiquis, como el lugar de manifestación no sólo de una vida orgánica sino también de una escritura de la mente, el cuerpo va a tener un lenguaje, una forma,cuyos movimientos, gestos y fuerza van a constituir la materia y el soporte desde el cual se teje el universo simbólico del hombre.
No sólo con Freud se elabora este cambio, también debemos mencionar a Nietzsche, y su menosprecio del plano supraterrenal, con su inolvidable sentencia: Dios ha muerto. Es al hombre al que le corresponde generar el mundo de valores que den sentido a su accionar, el hombre es la medida de las cosas, no un más allá incorpóreo y trascendente ¿a qué, a quién?, podemos preguntarnos.

Artaud finalmente, a través de su extensa producción pone de relieve la noción de la escena del cuerpo sin órganos, como el lugar en que el cuerpo exista más allá de toda representación, de todo funcionalismo, de toda utilidad. El hombre en el pensamiento artaudiano, debe extenderse más allá de toda abertura, franja, separación y ser él mismo, más allá de sus propias separaciones y disoluciones. El infinito del cuerpo humano, sin jerarquías ni divisiones… incluso más allá de su propia finitud, las fronteras se extienden a una aptitud psíquica viva y que se materializa bajo distintas formas.


El cuerpo y su margen en Florencia Smiths

En este trabajo de la poeta Florencia Smiths, el cuerpo es algo problemático en su instauración y advenimiento a la escritura, cuyo poema es el proceso que denuncia esa dificultad de advenimiento y que requiere una misa doble, tal vez un sacrificio: lo que falta a la letra es lo que sobra como placer.
Esa frase inicial augura de qué se trata en este ritual, esta ceremonia que es el poema. El cuerpo que espera ser bautizado, tiene la característica de ser no sólo un doble del psiquismo, como ha ocurrido con los textos del neo-barroco de Sarduy, Arenas, Eltit, en su primer libro, Lumpérica, sino también un territorio desde donde observar la operación de una escritura sombría y autocuestionante. Una escritura que intenta fundar los nombres de un mundo inquietante y paralizado. Para ello, escenifica una práctica en que el silencio, el blanco que es el significante que marca la diferencia con la letra, pauta esta misma diferencia en la enunciación, la que al mismo tiempo incide en el modo de la repetición en la que se construye el sujeto enunciante: el que toma la palabra, para hacer el enunciado de la búsqueda de la escritura y paralelamente, da cuenta de cómo el sujeto de esos enunciados son emplazados, acosados y desmontados por otra que parpadea en el centro mismo de la existencia, en un intento reiterado de dominio.

Hay, pues, una doble, en el sentido artaudiano, que porta desde siglos el sistema falologocéntrrico, y lo trae de manera ventrílocua desde el masculino al femenino. Su eunciación se pone más allá del cuerpo, en un margen que vigila lo incesante e invasor de esta construcción femenina paralizada y paralizante, que “la ha invadido”. Es decir, la ocupa, y funciona como un sistema de poder, un sistema que la llena y la controla a la que está incuestionablemente ahí, odiada y amada a la vez, y que sale por su cara, diciéndole que “todos ahí adentro están alborotados”. Es decir, se refiere al proceso de liberación de los tics, los innumerables modos en que el sistema ocupa el cuerpo, el paisaje, el siquismo. Como si desde nuestra llegada al mundo, ingresáramos a un mundo simbólico ya gestionado desde hace siglos, y que está protegido no sólo por una subjetividad específica, sino también por políticas y estéticas en las que por cierto la letra, la cultura gobernada por la letra, como lo señalara Angel Rama, impone sus monopolios de colonización.

El trabajo de la mujer poetizada por Florencia Smiths, tiene referencias en otras escrituras latinoamericanas. El ritual de la figura enunciante en Lumpérica de Diamela Eltit, en relación no sólo con los otros de la plaza, con los que confronta el sistema violento y homicida de la dictadura militar, a la par que todos los paradigmas culturales y políticos que han sometido y privado del ser a los y las oprimidas existencias de Chile y Latinoamérica. También Alejandra Pizarnik y Sylvia Molloy, la autora de “En breve cárcel”, esta última en una ciudad metropolitana, innominada, en una pieza de un departamento, en una ciudad anónima, en la que la búsqueda del ser está acompañada por la del sentido de una pérdida así como de todos los caminos que la han conducido a esa pérdida.
Es un trabajo de múltiples referencias tanto en Europa, con Artaud, por dar un nombre crucial en este trabajo, sino también por la historia de la literatura latinoamericana, como señalé, pero que en el caso de Smiths, es más solitario y privado, no por ello menos valiente y crucial como un signo poderoso que desde su puesta en obra nos interroga con vigor.

Lo difícil del acto de parirse, de salir de una escena construida por otros, es que es un duro proceso y que se estructura como un rito. Este rito lo productiviza y escenifica la escritora en un texto de zigzagueante enunciación , y que finalmente se dirige a un tú, masculino, un destinatario de esa construcción de sí misma y de la escritura que acaece como un encuentro que desarma todo lo anterior. Y desdoblada, sale para escribir desde ese silencio, sabe que el que ella desea, quizá no venga, pero de igual manera, todo ese zigzagueo del cuerpo y de las palabras encontradas desde el margen y a partir de un cuerpo de identidad reformulada, del que el texto es ensayo, se derrama.
Y lo hace reabriendo el decir de manera única, tocando el lenguaje, quitando dominios, rompiendo fronteras, deslegitimando el orden supuestamente único y hegemónico.

Viene rompiendo los abismos de separación entre lo superior y lo inferior, viene y se organiza desde una zona nueva, sagrada, única e irrepetible; el margen se traslada al cuerpo, lo gana y es en ese momento único en el que escribe estos versos, en un solo texto, como huella, memoria, testimonio.

“Nadie te verá”, concluye para decirnos que el paisaje expuesto no es sólo el que vemos, está el lugar en el que somos vistos y no necesariamente vemos. Otro margen más, otro silencio nuevo para decirnos que este poema se inscribe como una huella frágil y solitaria de un acontecimiento único y finito.



Eugenia Brito.
Noviembre 2008

1 comment:

Mariela Sol Trujillo González said...

Hay una raíz que circunda todo el texto,
la raíz-desgarro,
la raíz-dolor,
pero también la raíz-parto,
la raíz-aparición.
Leer a Florencia Smiths es encontrar un espejo entremedio de mil millones de granos de arena, cuando el reconocerse se hace imposible en este laberinto epocal,
tiempo y espacio en el que la simulación y apariencias empujan y enceguecen los espíritus y provocan esa aquella anestesia de la que un día nos advirtió Baudelaire y, años más tarde, Rimbaud.
Leer a Florencia es generar la apertura de trazar el puente, la tensión entre el decir y no decir: ella nos habla desde su entremedio y alumbra la señal de la sospecha, la sospecha de que aún hay un mundo posible, a pesar de todo y nada, como huella en un eco escritural.


muchas gracias por dejar leer este hermoso texto,
saludos,
mariela